lunes, 25 de mayo de 2009

• Primero que todo: la salud pública

Cuando una ambulancia circula con la sirena prendida, todos los conductores de vehículos están obligados a cederle el paso, incluso a detenerse aún cuando tengan la luz verde. En ese momento lo prioritario es brindar auxilio a quien lo requiere, sea que viaje dentro de la ambulancia o espere el socorro de la misma. “Elemental mi querido Watson”, dijera el personaje ficticio del novelista inglés Arthur Conan Doyle, el famoso detective privado Sherlock Holmes.
Lo anterior viene al caso porque el senador panista Humberto Aguilar Coronado (HAC), quien es legislador porque “la Iglesia es grande” y la clase política en el poder se encuentra a su merced; tuvo el placer y privilegio de viajar a Francia, a la que no he vuelto desde hace más de treinta años, y junto con sus colegas Carlos Navarrete del PRD y Rosario Green del PRI, estuvieron en la capital de la Unión Europea, con cargo a nuestros impuestos of course, en la milenaria ciudad de Estrasburgo, fundada una década antes de nuestra era. Allí, presenciaron nuestros legisladores la sesión de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en la que entre otros puntos trataron sobre la influenza A H1N1, de la que el 5 de mayo aquí en Puebla, el presidente Felipe Calderón afirmó que “había salvado a la humanidad” y que su labor preventiva “era semejante a la del ejército mexicano que venció al francés”, en aquel entonces considerado el más poderoso del mundo.
Así las cosas, tan pronto escuchó HAC que el debate parlamentario abordaba el tema de la influenza, ni tardo ni perezoso solicitó parlar, lo cual no estaba previsto que lo hiciera, sólo para agradecer a los gobiernos europeos que no hubiesen cancelado los vuelos y embarcaciones a nuestro país, como si lo hicieron los de China, la cuna de mis ancestros por vía paterna, y Cuba, la bella isla que visité precisamente cuando estalló la famosa A H1 N1. A su regreso HAC, planteó un punto de acuerdo en el senado para agradecer a los europeos que no hayan impedido el tránsito, y de protesta contra los gobiernos de China y Cuba, en manos de partidos comunistas, porque incurrieron en tratos vejatorios con nuestros compatriotas. Sólo le faltó rebuznar al senador HAC.
Lo cierto es que el gobierno cubano tomó sus medidas precautorias, seis días después de que el gobierno mexicano dispusiera la suspensión de clases en las escuelas que afectó a más de 33 millones de escolares y de que asumiera que en nuestro país había surgido la epidemia. Yo pude regresar a México tal como estaba previsto en mi boleto de Mexicana de Aviación, después de presenciar en La Habana el desfile alegre y vigoroso del 1 de mayo, y participar al día siguiente en la reunión de solidaridad con Cuba en la que participaron delegados de más de cien países; mis demás compañeros no pudieron hacerlo, porque viajaron por Cubana de Aviación, tuvieron que permanecer cinco días más, hospedados en una Escuela de Cuadros, a la orilla de la playa, con gimnasio al alcance, atención médica de primera y alimentación balanceada, todo a cuenta del gobierno cubano. El único caso de influenza que se registró en Cuba fue el de un mexicano que, casualmente, viajó en el mismo avión que mis compañeros. Hoy en la Unión Europea se ha extendido la epidemia, lo mismo en Estados Unidos y Canadá. Esa es la diferencia. Cuba, en cambio, sigue bailando salsa disfrutando de la vida.

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